Edición digital Logos
Amós es el profeta de la simpleza, llamado a enfrentarse a la sofisticación de un reino que había obtenido su independencia separando lo que Dios había unido. Israel era una nación próspera cuando este profeta denunció su infidelidad al pacto. El rey había organizado una religión falsa llena de ostentaciones externas que gozaba del desprecio de Dios y del profeta. Amós es el profeta de la plomada de Dios y todo edificio o reino que se haya levantado sin sus directrices será derribado. Es un profeta fuerte, curtido, vigoroso, directo, hábil con las comparaciones. Quiera el Señor usar este comentario para avivar nuestro entendimiento de lo que significa “labor profética” en nuestro tiempo.
Juan Calvino fue un teólogo, pastor y defensor incansable del cristianismo reformado, considerado uno de los pensadores más importantes en la historia de la iglesia. Sus obras teológicas, comentarios bíblicos, sermones y cartas establecieron la Reforma como un movimiento religioso legítimo en toda Europa. El calvinismo ha generado movimientos y controversias a lo largo de los siglos, y su impacto en revoluciones políticas y teológicas ha sido significativo tanto en Europa como en América. La relevancia de los escritos de Calvino sigue siendo fundamental para la iglesia hasta el día de hoy.
Calvino nació en Francia en 1509 y comenzó su carrera en la iglesia a una edad temprana. Inicialmente estudió para el sacerdocio a petición de su padre, pero luego cambió su enfoque hacia la ley. En 1536, publicó la primera edición de su obra más influyente, Institutos de la religión cristiana. Aunque enfrentó controversias y oposición, su regreso a Ginebra en 1541 marcó un período de gran productividad, donde siguió revisando sus obras y estableció una escuela en Ginebra, ampliando su influencia por toda Europa.
En sus últimos años, Calvino se enfocó en revisar y expandir sus obras, como los Institutos, y en dirigir la iglesia reformada en Ginebra, donde fue clave en la formación de nuevos líderes y el envío de misioneros a otros países. Aunque su salud comenzó a deteriorarse en la década de 1550, su influencia no disminuyó. Murió en 1564, dejando un legado que perduró a través de sus seguidores, instituciones y el impacto que sus ideas continuaron teniendo en el desarrollo del cristianismo reformado.