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“Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas, que da su fruto en su tiempo, y su hoja no cae; y todo lo que hace, prosperará.” Salmos 1:3
No podemos ser indiferentes ante las mentiras y los abusos de los falsos profetas de la prosperidad. Todos queremos ser bendecidos, disfrutar de abundancia material y lograr metas económicas para dar estabilidad y crecimiento a la administración de una familia o un negocio. El asunto es que hoy en día proliferan los predicadores que proclaman, sin reparo alguno, la posibilidad de que hombres y mujeres adquieran riquezas y llenen sus bolsillos con acciones tales como enviarles una “ofrenda de amor” para su ministerio, comprarles algún producto traído de Tierra Santa, portar en la cartera un pañuelo perfumado con el aceite de la Santa Unción, o incluso tocar alguna prenda “bendita”.
Algunos utilizan saludos del apostol Juan y los ponen en la boca de Dios. Tuercen de muchas formas las Escrituras diciendo que el deseo y la voluntad divina son que siempre tengamos riquezas materiales. Son frívolos quienes deducen que al ser nosotros hijos del Rey, y en calidad de príncipes, podemos tener cuantos lujos queramos. ¡No aprendimos así a Cristo! Debemos quitar la atención a los evangelistas del dinero y poner la fe en la sólida roca de la palabra del Señor, la cual vive y permanece para siempre.
La prosperidad es parte del plan divino para su pueblo. Pero es necesario notar que, antes de mirarnos en riqueza, el Creador desea vernos comprometidos con él. Existen en la Biblia principios bien establecidos por el Señor con el fin de que, al practicarlos, atraigamos las bendiciones espirituales y materiales.
“El secreto de la bendición radica en la integración de la Escritura a nuestra vida. Si queremos prosperar en serio tenemos que esmerarnos en nuestro servicio a Dios. Debemos mostrar osadía para rechazar toda influencia antibíblica y aferrarnos a los mandamientos revelados en la Biblia. Si seguimos los principios de la verdad inspirada por el Espíritu Santo el éxito formará parte de nuestra experiencia personal.” (Page 17)
“Los mandamientos positivos, al cumplirse, propician la sana relación con Dios. Los restrictivos establecen la voluntad divina para que el hombre y la mujer se sometan a sus designios, sin ser forzados. El Señor deseaba obediencia con libre albedrío.” (Page 12)
“Nuestra entrega a Jesucristo no se refleja sólo en palabras, tenemos que demostrarla con hechos.” (Page 18)
“Las posesiones de los justos se vuelven fértiles y provechosas. Todo rinde al máximo para bien de los que aman al Señor y guardan sus mandamientos.” (Page 15)
“El diablo logra su cometido, mientras el hombre y la mujer acarrean desgracia, maldición, miseria y muerte sobre sí mismos y su descendencia.” (Page 13)