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El Salmo 119 es conocido no solo por ser el salmo más extenso de la colección, sino también por su tópico central: la Ley de Dios. Este Salmo ofrece una serie de reflexiones sobre el tema expresadas de diferentes maneras, desde peticiones hasta acciones de gracias, desde resoluciones hasta llanas afirmaciones; tratando la naturaleza, propiedades, cualidades y efectos de la Ley. Juan Calvino ofrece al lector sus valiosos comentarios desplegando su pasión y alta estima por las Escrituras. Sirva este comentario para inspirar en nosotros el deseo de imitar a Calvino y humillarnos ante la Santa Ley de Dios.
Hemos querido acompañar este comentario con los Salmos de Ascenso Gradual, pues estos reflejan el efecto que debe producir en todo creyente el ser expuesto a la Palabra de Dios: una adoración genuina. Los Salmos de Ascenso eran cánticos que entonaban los peregrinos mientras subían a Jerusalén cada año a presentar sus ofrendas y celebrar la gloria de Dios. Que del mismo modo, nuestro peregrinaje en este mundo sea marcado por una vida de continua adoración, un canto de alabanza a Dios, hasta que Él nos reciba en la Nueva Jerusalén.
Juan Calvino fue un teólogo, pastor y defensor incansable del cristianismo reformado, considerado uno de los pensadores más importantes en la historia de la iglesia. Sus obras teológicas, comentarios bíblicos, sermones y cartas establecieron la Reforma como un movimiento religioso legítimo en toda Europa. El calvinismo ha generado movimientos y controversias a lo largo de los siglos, y su impacto en revoluciones políticas y teológicas ha sido significativo tanto en Europa como en América. La relevancia de los escritos de Calvino sigue siendo fundamental para la iglesia hasta el día de hoy.
Calvino nació en Francia en 1509 y comenzó su carrera en la iglesia a una edad temprana. Inicialmente estudió para el sacerdocio a petición de su padre, pero luego cambió su enfoque hacia la ley. En 1536, publicó la primera edición de su obra más influyente, Institutos de la religión cristiana. Aunque enfrentó controversias y oposición, su regreso a Ginebra en 1541 marcó un período de gran productividad, donde siguió revisando sus obras y estableció una escuela en Ginebra, ampliando su influencia por toda Europa.
En sus últimos años, Calvino se enfocó en revisar y expandir sus obras, como los Institutos, y en dirigir la iglesia reformada en Ginebra, donde fue clave en la formación de nuevos líderes y el envío de misioneros a otros países. Aunque su salud comenzó a deteriorarse en la década de 1550, su influencia no disminuyó. Murió en 1564, dejando un legado que perduró a través de sus seguidores, instituciones y el impacto que sus ideas continuaron teniendo en el desarrollo del cristianismo reformado.