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Hechos, el quinto libro del Nuevo Testamento, es muy diferente de los demás. Antes de él se encuentran los cuatro Evangelios. Estos nos cuentan de la vida, obra y enseñanzas de Jesús. Después de Hechos vienen las Epístolas, la mayoría de ellas escritas por Pablo, que tratan asuntos específicos de las diversas iglesias. Pero entre los Evangelios y Romanos se encuentra este libro que nos habla acerca de la vida de la iglesia en los primeros años tras el ministerio de Jesús. Frente a la manera de leer Hechos como una serie de reglas o —peor todavía— de rescribirlo de tal modo que sirva de apoyo a las estructuras y prejuicios existentes, en las páginas de este estudio se procura leer Hechos como el autor entiende que Lucas intentó que se leyese: como un testimonio a la dirección y el poder del Espíritu, y como una invitación a mostrarnos abiertos a esa dirección y a confiar en ese poder.
“La dádiva del Espíritu no es para entender todos los misterios y toda la ciencia, sino para ser testigos.” (Page 13)
“La dádiva del Espíritu no lleva a nuevas especulaciones, ni a revelaciones que contradigan la doctrina apostólica” (Page 19)
“Ahora Pedro les dice claramente que lo han hecho en el nombre de Jesús, y «y en ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos» (4:12).” (Page 30)
“Y ese poder no es para «saber los tiempos o las ocasiones», sino para ser testigos de Jesucristo «en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta lo último de la tierra» (1:8).” (Page 12)
“Pentecostés, los cristianos perseveraban en cuatro cosas (2:42): «en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones».” (Page 18)