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“Anda, toma para ti a una mujer ramera”. Estas son las primeras palabras que Dios habló a Oseas. El retrato pesimista que nos hace el profeta es nuestra dura lección. Todos nosotros hemos actuado como la ramera al abandonar a Dios y sus caminos. De manera muy imaginativa, Derek Kidner nos lleva a recorrer la historia de Oseas y su esposa; mientras nos expone el mensaje básico, señala las sutilezas y anima al lector a llevar una vida digna del Dios que ama a los que el mundo ha rechazado. El llamado de Hageo a hablar en nombre de Dios se sitúa en un momento complejo de la historia. El profeta se encontraba en una época de inercia y apatía, con una vida espiritual muy apagada. Además, había una situación política relativamente asentada y un cierto nivel de confort, lo cual creaba una aversión a escuchar la palabra de Dios y a actuar en consecuencia. El mensaje de Hageo es breve, pero su profecía aborda cuestiones relevantes y llevó a un gran cambio de vida a aquellos que la escucharon. Uno de los rasgos más llamativos del libro de Malaquías es la forma en la que el pueblo de Dios contradice o cuestiona cada una de las palabras divinas. Además, no tiene el entusiasmo suficiente para servir a Dios de todo corazón, pero tampoco le desobedece de forma pa- tente; encontrándonos aquí ante un peligroso remolino de auto- engaño. Peter Adam muestra cómo Malaquías es remedio eficaz de Dios para esta situación. El mayor de los pecados del pueblo de Dios es el pecado contra Dios mismo.
“Hageo tuvo que enfrentarse, en cierta forma, a una situación más complicada. Se encontraba en una época de inercia y apatía con una vida espiritual muy apagada. Además, había una situación política relativamente asentada y un cierto nivel de confort, lo cual creaba una aversión a escuchar la palabra de Dios y a actuar en consecuencia.” (Page 189)
“La referencia que hace respecto a la presencia de Dios entre su pueblo se materializa en las órdenes de construir un tabernáculo: ‘Me erigirán un santuario, y habitaré en medio de ellos.’ (Ex. 25:8; véase Ex. 29:45–46). Este mandato se mantenía válido, y no reconstruir el templo hubiera sido como decir que no querían que Dios habitara entre ellos o, por lo menos, que no les importaba. La construcción del templo y los sacrificios que lo acompañaban eran una respuesta a la gracia y no una actividad ritualista y legalista.” (Page 191)
“El templo es mucho más que otra forma de decir que Dios ocupa el primer lugar, lo cual es axiomático. Más bien, se está poniendo la presencia de Dios en el centro de su pueblo. Sabemos, por Esdras 4, que había oposición externa para que se construyera el templo, pero Hageo no se centra en esto. Él va a la raíz del problema, que es que el corazón del pueblo se había enfriado y no estaban dando prioridad a la presencia de Dios entre ellos.” (Page 199)
“La obediencia que implicaba seguir los mandatos de Dios de construir una casa es un acto de fe de que Dios cumpliría su promesa de habitar con ellos. Así pues, el templo no era un centro de culto, sino un lugar donde Dios, a quien ‘los cielos por altos que sean’ no pueden contener (1 Re. 8:27), se complace en habitar y estar en medio de su pueblo.” (Page 192)