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El libro de Crónicas no es ni más ni menos que un auténtico sermón. Su objetivo sería, pues, el fomento de una correcta relación entre Dios y su pueblo. Los registros y anales de Israel son para el Cronista ‘un grandioso mosaico… donde han quedado reflejados los fracasos y el subsiguiente juicio, la gracia y la restauración que se sigue’, y, con capacidad perceptiva para captar los acontecimientos dentro de ese discurrir histórico, primero hace una selección para, después, pasar a proclamar. Una vez entendido ese propósito, el libro cobra vida propia. Y puede sin duda entenderse como una mirada retrospectiva, vibrante y definitiva, a la totalidad del Antiguo Testamento. Visto así, Crónicas comparte la fuerza, la singularidad, y el dramatismo del último libro del Nuevo Testamento, Apocalipsis. A pesar de que Crónicas puede parecer un libro con poco que decir, Dios todavía tiene que enseñar a su pueblo grandes lecciones a través de las grandes figuras del pasado.
“Es evidente, pues, que los fieles no habrán cumplido con la parte que les corresponde en virtud de una actuación en meros términos humanos. Mucha de la actividad de iglesia (suele argumentarse con un punto de cinismo) seguiría adelante como si nada hubiera pasado aun en el caso de que el mismísimo Espíritu Santo se hubiera ausentado de ella, o incluso si Dios estuviera muerto.” (Pages 211–212)
“Los problemas surgen en relación al pecado, pero la manifestación de una muy humilde penitencia permite la restauración.” (Pages 213–214)
“Jabes no estaba dispuesto a vivir bajo el peso de semejante destino. De ahí entonces su oración con doble petición:” (Page 47)
“fuego desde el cielo y consumió el holocausto y los sacrificios, y la gloria del SEÑOR llenó la casa’ (7:1).” (Page 212)
“incluso apuntan a nuestra iglesia neotestamentaria contemporánea, con capacidad para asimilar esas” (Page 43)