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Está por todas partes… es tan ubicua y extensa, que casi ha llegado a convertirse en parte del mismo aire que respiramos. A algunas personas les entusiasma, otras la odian, y algunas la desdeñan o se comportan como si no existiese. Sin embargo, nos guste o no, ya sea que advirtamos o no su presencia, la cultura pop desempeña un papel extraordinario en nuestras vidas cotidianas, influyendo a menudo en la manera en la que entendemos y observamos el mundo. Dentro de Ágora, este libro pertenece a la categoría BIBLIA Y CULTURA.
“Un análisis cuidadoso del discurso en el Areópago nos muestra cómo Pablo practica la ‘doble escucha’ de forma admirable en cuatro aspectos. Son pasos progresivos e interdependientes: habla su lenguaje, vence sus prejuicios, atrae su atención y tiende puentes de diálogo. Luego, una vez ha logrado encontrar un terreno común, les confronta con la luz del Evangelio con tanta claridad como antes se ha referido a sus poetas y a sus creencias. Finalmente provoca una reacción, ya sea positiva o de rechazo, reacción que es respuesta natural a una predicación relevante.” (Pages 17–18)
“Jesús podía responder a los problemas, las preguntas y las necesidades de la gente porque antes sabía lo que había en su interior. Por supuesto, nosotros no poseemos este grado divino de discernimiento, pero somos llamados a imitarle en el principio de fondo: cuanto más conozcamos a nuestro interlocutor, más relevante será la comunicación de nuestro mensaje.” (Page 16)
“John Stott, predicador y teólogo inglés, describe esta misma necesidad con el concepto de la doble escucha. En su libro El Cristiano contemporáneo dice: Somos llamados a la difícil e incluso dolorosa tarea de la doble escucha. Es decir, hemos de escuchar con cuidado (aunque por supuesto con grados distintos de respeto) tanto a la antigua Palabra como al mundo moderno. (…). Es mi convicción firme que sólo en la medida en que sepamos desarrollar esta doble escucha podremos evitar los errores contrapuestos de la falta de fidelidad a la Palabra o la irrelevancia.” (Pages 15–16)
“En fin, dejé de ir a la iglesia y me metí en un tipo distinto de religión. No te rías. En esto consiste estar en una banda de rock and roll. El mundo del espectáculo es un chamanismo y la música es el culto que rendimos. Ya sea el culto a la mujer o a su diseñador, al mundo o a su destructor; ya venga de ese antiguo lugar al que llamamos alma o simplemente de nuestro córtex; ya se trate de oraciones inflamadas de rabia ciega o se trate de un anhelo semejante a una paloma, el humo asciende, a Dios o a algo por lo que sustituyes a Dios: generalmente tú mismo.” (Pages 26–27)